La tanka comenzó a escribirse hace más de seiscientos años en Japón a modo de correspondencia sensual entre amantes. Jacob Lorenzo la retoma como una estrofa para transmitir el eterno agradecimiento al padre. Con un mensaje tal vez críptico, pero sin duda directo y poderoso, el libro va construyendo un relato dividido en tres apartados, que arranca con la soledad de un niño abandonado. Cargado con una enorme fuerza hallada en la contundente sonoridad de la palabra, "Tankas del samurái" se convierte en una espada afilada de imágenes y metáforas,donde conviven la lucidez del relato implícito y la hermosura de un texto contundente y lúcido que reclama una constante relectura.