Poesía como resultado de una vida, como medio o recurso o triquiñuela para infiltrarse en las emociones y en la luz.Poesía hay que celebra, que canta y loa, exultante, poesía, también, que rabia y que denuncia, o se rebela, poesía, finalmente, que sufre y se lamenta. Posiblemente todo esto encontrarás en Los niños de la gloria, alborozo y desazón y daño, nostalgia y pena, no como fin, sin embargo, sospecharás enseguida, sino como medio o recurso o triquiñuela para infiltrarse, mañosamente, en el querer saber, indagar en lo que airosa, heroica, castigadamente somos, recorrer por las venas de la luz y de la sombra las rutas que acaso lleven al origen de la carne y de aquel vuelo terrenal, última patria, que aquel dirá albur, impulso éste, algunos alma. Nada se afirma en estos versos, sino que todo es un si y un quizá, una entelequia o viso, o imaginación, el columbrar, como mucho, de un horizonte, un principio, un transcurrir por estos arduos jardines florecidos, espinosos, de la vida. Eclipses y apagones, esparcirses y pavesas, oreos, evaporaciones, lo que pudiera ser o ha sido, más que lo que es, el tiempo de otra hora, los espacios que habitan el espejo. Hallarás, pues, en estos versos, el ciego adivinar, un algo zahorí, de la busca y el tanteo.