La luz forma parte de nosotros, de todo lo que nos rodea, de la vida y su alteridad la muerte. Porque del dolor, de la herida también emerge la luz, una luz que nos ciega para hacernos ver ( La heridapor donde irrumpe la luz , en palabras de María Zambrano). La luz, nuestra propia luz, nos acompaña siempre, incluso en los momentos más oscuros, y, a menudo, nos atemoriza, la ignoramos, o no sabemos descubrirla. Por eso, en cada poema he intentado enfrentarme a ella, para captarla, atraparla, expandirla, dejar constancia de su existencia, y, de alguna manera, atreverme a realizar el sueño -quizá imposible- de crearla e inmortalizarla.