Desde los mismos orígenes, los hombres de las sociedades tradicionales han percibido de manera intuitiva la raíz espiritual de la Creación, la de su propio ser y, por vía de consecuencia, la de su vida, del sentido de este modo dado a la misma y del llevado por su vida, del verdadero y único sentido de toda vida humana. En resumen, para ellos no se trataba solamente del sentido y la naturaleza de la vida personal que eran así entendidos, sino igualmente el de la comunidad humana por completo y, por supuesto, en primer lugar, del más inmediato entorno: clanes, tribus, ciudades, pueblos y reinos...