"Yo tenía una granja en África, a los pies de las colinas de Ngong". Así comienza Memorias de África, una de las obras más conocidas de la literatura universal del siglo XX. La granja estaba situada en las cercanías de lo que entonces era apenas un poblado de casas de madera llamado Nairobi, en los altos de Kenia, que había nacido como consecuencia de la construcción del "tren lunático", que unía Mombasa con el lago Victoria. Allí, como en una tragedia griega o shakespeariana, trascurrieron unos años de pasiones en que la sangre de los anocheceres y de las cacerías, el calor del clima, de las hogueras y del deseo, los eternos problemas económicos, la Gran Guerra, marcaron las vidas de aquellos colonos elegantes y cultos, que cazaban leones y escuchaban a Mozart en medio de la savana.