Nerea, una anciana vasca afincada en Abiña (Vizcaya), cuenta la historia de su vida a su nieto. Le habla de cómo su amistad con Nicolasa, esposa del fundador del PNV, le permitió conocer y convertirse en fiel seguidora de este líder y, con ello, ser persona defensora de las creencias religiosas de sus antepasados, de las antiguas leyes nacidas siglos atrás. Una convencida de que el pueblo vasco siempre fue un pueblo elegido por Dios, creencia de la que presumía. Mas, conforme pasó el tiempo, dejó de ser seguidora del nacionalismo carlista que proclamaba el lema Dios y Ley Vieja, tal como hiciera su maestro, en defensa de un Dios-Nación, transmutación que haría del independentismo una nueva religión. En el año 1952, en las Provincias Vascongadas, comenzaron a emerger grupúsculos independentistas apoyados por parte del clero vasco, que se caracterizaban por su activismo. A estos grupos de abertzales, que protestaban contra el régimen vigente, les movía un ideal: conseguir una Euskadi libre e independiente. Su aparición supuso el inicio de la gestación de una organización terrorista, que nacería en el año 1959 con las siglas ETA. Un factor imprevisible denominado destino permitirá que los protagonistas de la novela se conozcan.