Este libro versa sobre los recuerdos de un niño llegado de un pueblo minero onubense a una institución enorme, creada por un jesuita, el P. Villoslada, para acoger a pobres y huérfanos, de la cual saldrá curtido y con un título bajo el brazo, cosa que nunca habría logrado de no haber sido por este azar. Conoció la disciplina, el frío, el hambre, las sesiones de cine patriótico en blanco y negro, la gimnasia sueca y el mendrugo de pan con aceite, el cigarrillo a escondidas y la expulsiónà Pero también la cultura, la solidaridad, la formación humanística y técnica, la fraternidad y el apoyo mutuo, maestros vocacionales y entregados, curas comprensivos y amistades que se mantienen cincuenta años después.