En diciembre del 2006, Jordi es arrollado por un conductor ebrio, mientras circulaba en bicicleta. Lejos de sucumbir, Jordi se da cuenta de que no es triste morir, lo triste es no vivir plenamente. Después de superar múltiples complicaciones en su etapa de coma, empieza la ardua tarea de recuperar su maltrecho cuerpo y su muy dañado cerebro.