¿De verdad era así? ¿Estaba realmente disfrutando «mucho» de aquello? Me encontraba allí de pie, de madrugada, solo y a la vez rodeado de amigos, viendo en directo a un grupo que es parte inalienable de mi vida y, en paralelo, asistiendo a una especie de postración digna, a una lucha contra los elementos. Comprobando lo dura que es la realidad y lo esencial que es echar mano del amor para relativizarla. Durante el camino de vuelta al hotel, tras el concierto, pensé que me sucede algo parecido con el Mallorca y recordé lo que percibo muchas veces en la grada de Son Moix.