En las cuevas que albergan arte prehistórico es muy raro encontrar pinturas o grabados cerca de la entrada o en las paredes iluminadas por la luz natural. Quienes, hace miles de años, grabaron en la roca caballos y leonas y pintaron con óxido y carbón manos y bisontes, mamuts o ciervas rojas buscaron el amparo de la oscuridad, alejándose de la boca de las cuevas y cruzando la línea invisible que se dibujaba en la pared allá donde ya apenas llegaban los rayos del sol. Esa línea, que separa la luz de las sombras, es la línea de penumbra.