Aunque tengamos la certeza de que, hay más vida después de la muerte, es contra natura que muera un hijo antes que fallezcan sus padres. Pero como la vida sigue, los que se han marchado antes de tiempo procuran enviarnos señales para hacernos saber que están bien, que dejemos de sufrir por ellos y que, en su debido momento, volveremos a encontrarnos. Tras la marcha de un hijo, pesa mucho la ausencia en la que desemboca la pérdida y parecen no tener fin los momentos en que uno se cuestiona el por qué de su partida. Gracias a estas amorosas señales de consuelo empezamos a entender y recobrar el sentido de la vida aceptando la presencia de nuestros seres queridos, aunque en otras formas, porque nuestros hijos no solo están vivos, sino que además. SIGUEN SIEMPRE A NUESTRO LADO. ADO.