En El puesto del hombre en el cosmos, Max Scheler (1874-1928) ofrece una de las versiones más acabadas y precisas de los resultados conjuntos de su antropología filosófica y de su metafísica, las dos disciplinas en las estaba trabajando cuando le sorprendió la muerte. En sus páginas Scheler define al hombre como el ser que, rebelándose contra la tiranía impuesta por sus instintos animales y elevándose así sobre la naturaleza, es capaz de dar cabida dentro de sí mismo a las verdaderas esencias objetivas de las cosas. Realizar esas esencias, que no queden reducidas y angostadas como meras ideas abstractas, es el verdadero y único destino del hombre.