Tras haber perdido su reino y ser expulsado de Granada en 1492, al amparo de los acuerdos de capitulación firmados con los cristianos, a Boabdil se le permite continuar como sultán de un pequeño territorio en las Alpujarras. Sin embargo, un año después es obligado a abandonar su nuevo reino, presionado por los Reyes Católicos. Parte entonces hacia Berbería acompañado de sus más fieles súbitos y de los cadáveres de su esposa, Moraima, y de su hijo, misteriosamente fallecidos en Andarax durante ese último año. Su intención es darles sepultura en Mondújar. Una vez en Fez, su destino en Berbería, vive 30 años en completa tranquilidad junto a su cuñado Alí. Al final de su vida se ve obligado a intervenir militarmente en apoyo del sultán de Fez, quien se halla amenazado por las tropas de los hermanos Jarifes.