En la abigarrada España de Felipe II un joven andaluz y su hermana son sacados de su tierra por los corsarios berberiscos y llevados a Larache, puerto apetecido por las potencias colosales de la época situado en un también convulso Marruecos. Protegido y respaldado por su valedor el corsario El Hayani, el joven Diego, gracias a su voluntad y dotes, se convierte en un testigo de excepción de un gran momento histórico. En ese recorrido le acompañará siempre su mejor amigo, el fiel y valeroso granadino Tuzani. En esa época excepcional de la historia de Marruecos, Diego, ya al servicio directo del sultán Abdelmalik, cambia su nombre por el de Yawdar convirtiéndose en uno de los más importantes jefes de una facción militar de élite, los andaluces. Mientras en el campo de batalla se acaban con los sueños quiméricos de un joven rey europeo, en la mente de Yawdar comienza a tomar cuerpo un sueño no menos utópico: la creación de una nueva patria andaluza. Tras la batalla, surge un Marruecos, fuerte, unido e independiente pero presionado por las dos superpotencias vecinas: el Imperio Otomano y el Imperio Español. La única posibilidad de expansión marroquí la tiene en las fronteras del sur, allá donde se encuentra el riquísimo Imperio Songhai. Ahmed Al Mansur quiere el oro de Tombuctú, Yawdar una nueva Andalucía. En el culmen de su gloria, Yawdar, no duda en acudir a la llamada de su soberano a un Marruecos azotado por una cruenta guerra civil con consecuencias imprevisibles.