Milán, 1 de octubre de 1978 Un domingo por la tarde, fotocopia de tantos otros, durante un partido en la parroquia de un barrio periférico, se arma la grande. El jovencísimo Aristide Mastronardi -pasión por el fútbol y un futuro de carabiniere, como su padre Salvatore-, termina en el suelo por culpa de un adversario. Pita el controvertido penalti un joven de otra parroquia milanesa: Alessandro Micuzzi, un pelirrojo desgreñado con un futuro de comisario de policía. Y mientras los jugadores, padres y primos se lían a puñetazos, cerca del campo tiene lugar un episodio aparentemente insignificante, pero relacionado con uno de los hechos más discutidos de la Italia de la posguerra. El único que repara en ello es el hermano mayor de Aristide, Gaetano, que también participa en la pelea. Más de treinta y cinco años después, el abogado americano Walter Gramble vuelve a poner sobre la mesa toda la red de misterios vinculada a aquel episodio. Y mientras el comisario asiste atónito a la enésima «sorpresa» de su exmujer Margherita y lo trasladan como escarmiento a una destartalada comisaría de las afueras de Milán, Micuzzi se ve involucrado en un asunto poco claro, afrontando las ambigüedades de la jefatura de policía y desafiando la mano invisible de los servicios secretos italianos y estadounidenses.