La intemperie reclama una proximidad que singulariza los vínculos y busca el cuidado. Porque no hay amor más grande que el amor concreto. La fraternidad en la intemperie es una forma de amparo comunitario, y la aportación del cristianismo del siglo XXI será la construcción de una Iglesia hecha de fraternidades en movimiento al servicio de los más empobrecidos.