Bajo diferentes siglas y cada vez más pintorescos colores, no pocas voces anuncian el final de la izquierda y la derecha. Los partidos políticos se entregan a fichajes de vocación futbolera y presentan, en sus programas, una entusiasta ensalada de propuestas «razonables» y «universalmente» atractivas. Pero la ausencia de discurso es un discurso en sí mismo y, décadas después de que cayera el muro de Berlín, los bloques siguen chocando: quizá haya algo de natural -incluso de conveniente- en que nuestras explicaciones del mundo se dividan en dos. Este ensayo de filosofía política se pregunta qué fue de la vocación partisana a la que nos entregamos en el pasado, así como lamenta la perversión de ideas como la ciudadanía o la igualdad. Al tiempo, denuncia los relatos que nos invitan a olvidar el ideal de la emancipación y a tomar, en cambio, el atajo de la libertad: ésa para la que el capital dispone un feliz catálogo de atavíos, ocios y estilos de vida fabricados de antemano. Somos libres para aquello que nos propongamos, siempre que la subversión nunca vaya más allá del gesto.