El amor, al igual que la muerte, ha permanecido irreducible a las convenciones humanas. Es libre y salvaje a pesar de los códigos y de las modas. La mujer que se despoja de sus vestiduras para entregarse al hombre deja a un lado toda su personalidad social, junto a sus prendas. Por él, ella se convierte de nuevo en lo que él también se convierte de nuevo para ella: la criatura natural y solitaria para la que ninguna protección puede garantizar la felicidad y de la que ningún decreto puede evitar la aflicción. (Paul Bourget)