La actividad de prestar y exigir intereses es casi tan antigua como el hombre, aunque el florecimiento de la banca y los banqueros comenzó con la invención de la moneda y su generalización como instrumento de pago. En España, el primer registro de una transacción bancaria aparece en el Cantar de Mio Cid, y es realizada por unos banqueros judíos, genuinos representantes del sistema crediticio medieval español. Tras su expulsión en 1492, la actividad bancaria quedó en manos de extranjeros, que financiaron los flujos comerciales con América, y también a la Corona, lo que llevó a muchos a la ruina. Efectivamente, el Estado insolvente se convirtió en un serio obstáculo para el desarrollo del sistema financiero español y, por ende, para el crecimiento económico. De hecho, en 1850 sólo había cuatro bancos en España. Y no fue hasta 1856 cuando comenzó el desarrollo del sector bancario, llegando su máximo momento de expansión tras el Desastre del 98.