Dos fenómenos entrelazados vienen dando la cara en el país vecino desde hace medio siglo: el avance electoral de un fuerte movimiento nacional-populista, y el desarrollo de una aguda conciencia de malestar entre segmentos considerables de su sociedad. De ahí que el mal francés pueda designar, simultánea o alternativamente, al propio nacional-populismo (visto por sus adversarios, de hecho, como enfermedad ideológica), o a la dolencia sufrida por el ecosistema político, económico y cultural del país: el nacional-populismo sólo sería un fármaco necesario contra dicho mal. Lo juzguemos como virus o como medicina, el nacional-populismo nos coloca ante sugestivos interrogantes. ¿Qué acontecimientos han jalonado su trayectoria histórica ¿Qué nexos hay entre sus crecidas electorales, la delicada salud socio-económica de Francia, y la difusión de narrativas enfrentadas a las cosmovisiones liberal e izquierdista Asediado por ese dúo de potencias posmodernas que son la homogeneización y el fraccionamiento, el nacional-populismo aguanta y se abre espacios: ¿sus avances suponen el regreso de paradigmas que ya parecían