El contenido de este libro se puede resumir en la aseveración Cuando alguien lee una obra filosófica traducida, no está leyendo el pensamiento de su autor, sino la interpretación que de él ha hecho su traductor . El afán por evitar el que un autor traducido nos parezca un poco tonto, como dijo Ortega, exige una interpretación previa a la traducción, de manera que, cuando no se hace (adecuadamente) esa interpretación, al autor se le hace caer en redundancias, tautologías o contradicciones. Pero esta interpretación, tiene un efecto bifronte de cara al buen entendimiento del texto final.