Al volve ra leer estos articulillos para ponerlos en libro, doce años después de que fueran escritos y publicados en el Magazine de La Vanguardia, la impresión es extraña. Me he preguntado: ¿y cómo medejar¡an escribir con tanta libertad de asuntos tan intemporales ¿Cómo no me urgir¡an a comprometerme con la actualidad y a tratar de los asuntos que interesan a la gente La conclusión a la que he llegado es elemental. El Magazine era uno de esos suplementos conocidos como colorines, pensados para ser le¡dos con tranquilidad en la mañana del domingo, frente a un café recién hecho y un cruasán, por gentes que llevan durante la semana una vida dura, ajetreada y ruidosa, que necesitan las treguas domingueras para despertarse tarde, vagar por la casa sin hacer nada y prolongar sus desayunos hasta la hora del aperitivo.