Renée Ballard empieza muchas investigaciones, pero no termina ninguna, porque cada mañana entrega sus casos a los detectives del turno de día. Sin embargo, una noche le tocan dos casos de los que no quiere desprenderse: la brutal paliza a una prostituta que es abandonada y dada por muerta en un aparcamiento, y el asesinato de una joven camarera durante un tiroteo en un club nocturno. Ballard está decidida a no renunciar a los casos al amanecer. Contra las órdenes y los deseos de su propio compañero, se dedica a ambas investigaciones de día mientras cumple con su turno de noche. Los casos se complican y acercan a Ballard a sus propios demonios y a la razón por la que no renunciará al trabajo por más dificultades que le ponga el departamento.