El pasado 24 de febrero Rusia inició la invasión de Ucrania. Lo que probablemente se concibió como un golpe de mano para derrocar al gobierno de Zelenski, desarticular sus fuerzas armadas y ocupar el país con las unidades que Moscú había estado concentrando durante meses cerca de la frontera ucraniana ha derivado en un sangriento conflicto que ha superado los cien días de duración. No está claro cuál será su resultado, pero la invasión está siendo un revés militar para Moscú. A medida que avanzaba la contienda y se observaban las enormes carencias de las fuerzas armadas rusas, el Kremlin ha restringido su área de operaciones y ha limitado sus objetivos estratégicos.