La Canal de Navarrés fue tierra de moriscos, despoblada tras la expulsión de 1609. Con 709 km2 y una densidad de población, en Bicorp, Enguera o Millares, como la de Siberia, esta comarca es el gran desierto valenciano. Sus ásperas sierras y barrancos, y los difíciles accesos por caminos serpenteantes, la convirtieron en una gran desconocida, incluso para los propios valencianos. Los repobladores, al límite de la supervivencia, tuvieron que ayudarse entre sí durante siglos, y eso quedó en el carácter de sus gentes, que dejaban la llave puesta en las puertas, se organizaban para reparar caminos, acequias, balsas y calzadas, para las trillas del cereal o la matanza del cerdo. También para divertirse con las fiestas populares, a las que acudían los que vivían desperdigados en caseríos. Su gastronomía, sin acceso a los productos frescos del mar, se basó en carne de caza, alimentos de secano, aceite y harina, hortalizas, frutas y verduras de los campos cercanos a ríos y fuentes, y salazones, bacalao y sardinas. Platos como el mojete, el arroz de novia, el escaldabarbas, las gachamigas, el guisote, el potaje de vigilia, la olla pastor, el rinrán, o postres y pastas como cucarrones, orilletas, minchos, turrón de rosas, chocolate de garrofa, melcucha o tortas de trilla, muestran la variedad de las recetas de esta cocina comarcal. Sin olvidar los griñones, mencionados ya en la Edad Media, y el plato estrella de la comarca, los gazpachos.