Esta autobiografía está basada en hechos reales y en la investigación de muchos años llevada a cabo por el autor, al no encontrar información sobre la enfermedad de oído con pérdida auditiva sobrevenida en personas adultas, ni ninguna organización que represente a este colectivo. El fin es ayudar a otros a superar la ocultación, la vergüenza y la depresión producida al no poder oír como antes, sabiendo además que cada año perderán más audición. Todo ello hace que la persona afectada sufra trastornos depresivos sin acceso a ningún tipo de ayuda, al contrario que en otras discapacidades sobrevenidas. Esto es debido a la falta de cultura sanitaria y social sobre este asunto. La sociedad no sabe cómo tratar a estas personas que fueron oyentes, que su cultura, filosofía y entorno es oyente y su lenguaje es oral, de modo que nada tienen que ver con la comunidad sorda, que desarrolla su cultura y modo de vida en torno a la lengua de signos, con todo el respecto que merece. Las personas con pérdida auditiva postlocutiva, en su mayoría, no renunciarán a su lenguaje oral por la lengua de signos y no quieren que se les llame sordos, pues son distintos colectivos.