En 1982, el poeta abulense publicaba su primer poemario. Ahora, cuatro décadas más tarde y cinco años después de su último trabajo (Inalterable luz, Vaso Roto), publica Locuaces gorriones, una celebración de la búsqueda de lo fundamental, de la identidad, de aquello que perdemos en nuestros laberintos y que intentamos recuperar a través de la palabra. Dividido en tres actos (Diario de un naufragio, Salmos y Restablecer el silencio), el poemario es el resultado de un ejercicio de memoria interior. Tres momentos vividos desde la experiencia de la creación, asumidos como una necesidad de afrontar los abismos.