En "Las hierbas de los regatos están blancas. Crónica poética de un agosto en llamas", de la mano de su inseparable maestro san Juan de la Cruz y de un nutrido grupo de grandes poetas (H"lderlin, Wordsworth, Rilke, Eliot, Sophia de Mello Breyner, Transtr"mer, etc.), Álvarez levanta un mundo de sonido y sentido en torno al fuego. Tan devastador, tan poderoso. Entre las cenizas y el ahogo, surge, sin embargo, la invencible fuerza de la belleza que, sí, todo lo puede. Una belleza humilde, del verano y del campo, que surge en medio de un territorio que ella conoce muy bien, allá por Gredos.