Grieta abierta para el conocimiento del ser humano, el sueño y su naturaleza bifronte -como engaño o camuflaje, o bien como revelación- despertaron el interés de María Zambrano, quien, teniendo presentes el Barroco español, con su característica oscilación entre el sueño y la vigilia (Calderón, Cervantes...), a Freud y, especialmente, las propuestas de C. G. Jung, acometió una fenomenología del sueño cuya originalidad radica no en analizar la imagen onírica sometiéndola a la lógica de la conciencia despierta, sino en el intento de descifrar los sueños como manifestación primaria de la vida del ser humano que pide ser captada por una razón «amplia y total, razón poética». La plasmación más consistente de esta faceta es El sueño creador (1965), título que cifra «lo que hace del hombre ser aparte de la naturaleza»: su capacidad de plasmar sueños.Prólogo de Elena Trapanese