Desde tiempo inmemorial, en el centro de la plaza principal de cada pueblo o ciudad, habitaba un árbol gigantesco. A su amparo se celebraban fiestas y reuniones vecinales, convirtiéndose en el símbolo identitario de la gente y el territorio. Aunque casi todos han sucumbido a la urbanización salvaje y la grafiosis, variedades resistentes nos permiten restablecer la figura esencial del árbol central para devolverlo al centro de la vida social y cultural. Podemos rescatar para el futuro aquella auténtica ágora viva que representaban aquellas «Olmas» y la plazas «de La Olma»;para disfrutar los múltiples efectos benéficos que producen los viejos árboles sobre su entorno, generando un microclima saludable y propicio para el encuentro, el acuerdo y el bienestar. En Olmos, la cultura de un árbol venerable, el naturalista Ignacio Abella recoge la memoria de cientos de aquellos árboles tutelares que aún velan por sus vecinos a lo largo de toda la península ibérica, indagando en sus múltiples dimensiones estética y poética, ecológica, paisajística, histórica, pero, sonre todo, identitaria. AUTOR Ign