En 1519, la nao Espíritu Santo fondea a las afueras de La Caleta de la Cruz. En su cubierta viaja Juan, cargado con un baúl lleno de nuevos propósitos. Un hombre que, por un traspiés al desembarcar, será conocido desde entonces como el Cangrejo. Nace así la familia de los Cangrejos, una saga de factores y pescadores, intermediarios entre el mar y la tierra, que a lo largo de cinco siglos pondrán todo su empeño en convertir una simple caleta a la que anclarse en un muelle que permita el atraque. Sus generaciones han soñado con un muelle prometido durante cinco siglos, un sueño que no ha impedido que se jugarán la vida en la estiba y desestiba de veleros y vapores en busca del sustento para sus familias, unas veces bendecidos por la faena de la pesca y otras en el dique seco por falta de amarradero. Convivir con la furia del batir de las olas en los rompientes junto a la calma de la falúa varada en el grao, confiere una idiosincrasia sin igual que se transmite de padres a hijos a través de la memoria. Un carácter heredado y labrado por las ensoñaciones de una puesta de sol y la supervivencia a la que obliga una mar de leva. El baúl de los Cangrejos es una novela que cuenta las vidas de personajes reales y de ficción que convirtieron aquel primer caserío de una ciudad imaginada en lo que hoy conocemos como Puerto de la Cruz. Dentro de ese baúl se guardan libros y manuscritos que dan fe de la capacidad del hombre de la mar para adaptarse a los cambios culturales que arriban desde el océano, un superviviente que duerme apegado a su terruño y a la vez despierta para explorar el horizonte. Esta también podría ser la historia de cualquier pedazo de tierra habitada y bañada por la sal, transitada por quienes llegaron para quedarse transformando la vida y el pensamiento de los residentes.