En el año 267 una hermosa joven llamada Zenobia se convirtió en soberana de la fabulosa ciudad de Palmira, en el desierto de la provincia romana de Siria. Tras el asesinato de su esposo Odenato, Zenobia hizo de Palmira el centro de un nuevo reino que dominó las tierras ubicadas entre el Mediterráneo y Mesopotamia. Durante cinco años su sueño imperial fue posible y Zenobia, dotada de una belleza legendaria y de una capacidad de gobierno encomiable, se independizó del Imperio romano, reinó sobre Asia occidental, conquistó Egipto, fue aclamada como la nueva Cleopatra y mantuvo a raya al Imperio persa. En el año 272, Aureliano, emperador de Roma, se enfrentó al ejército de Palmira después de que Zenobia se atreviera a proclamar su independencia del Imperio romano. Derrotada y presa la reina Zenobia y conquistada Palmira, el Imperio romano recuperó la gloria de los tiempos de los grandes césares y todavía sobreviviría un par de siglos, a veces inmerso en períodos de lenta agonía.