Ni un día (Premio Médicis 2002) es una reflexión sobre el deseo, rastreado por una narradora que se impone escribir cada día, durante cinco horas, y sobre la memoria y la evocación de ese mismo deseo sentido hacia otra mujer o que cierta mujer sintió hacia ella. La narradora de Ni un día se sitúa en el presente de un pasado irrecuperable, pero que, rememorado, construye futuro a través de la escritura. El tono de esta novela es a veces elegíaco, melancólico, de búsqueda de las huellas del pasado, de constatación de la pérdida. Pero en esta revisión del pasado encontramos de igual modo una finísima ironía junto a numerosos guiños intertextuales a Rousseau, Stendhal, Proustà y continuas llamadas de atención al lector sobre el propio texto cargadas de humor. En Ni un día, Garréta apuesta por la imaginación regresiva y la digresiva, a través de una estética del errabundeo lúcido, del vagar en la realidad, de la distorsión calculada. De rabiosa actualidad por los cuatro ejes fundamentales que explora su temática (sexualidad, experimentación formal, feminismo y memoria), el acercamiento a estos temas que ofrece la novela no es nada superficial, a pesar de tratar temas tan en boga en la literatura de los últimos años. Su sondeo es profundo y el resultado es una radiografía del estado de la cuestión en la sociedad occidental de comienzos del siglo XXI. En los tiempos que vivimos, actitudes vitales y artísticas como las de Anne F. Garréta son la prueba de que la tradición cultural de nada sirve si no es para avanzar cuestionándola y de que los constreñimientos que la realidad impone claman por convertirse en revulsivos y acicates del advenimiento de nuevas realidades.