Dicen que de todos los pueblos europeos en los cuales la Iglesia Católica tiene una influencia notoria, los irlandeses son los más apasionados. Es por ello normal que a un joven cura irlandés henchido de deseo de amar al prójimo mantener el casto celibato sacerdotal le resulte poco menos que imposible. O que cuando quienes arden en deseo de amar al prójimo sean mujeres, hayan tenido que enfrentarse tanto con la propia Iglesia como con una sociedad tradicional y patriarcal hasta la médula, y que a raíz de ello hayan sufrido multitud de penalidades como embarazos no deseados, bebés entregados forzosamente en adopción a instituciones religiosas, o internamientos forzosos de jóvenes descarriadas en centros donde sufrían todo tipo de injusticias y opresión. Esta novela es la historia de un grupo de irlandeses, hombres y mujeres, religiosos y seglares, y de su lucha por lograr, por encima de condicionamientos de todo tipo, al fin ser dueños de su propio cuerpo, de su propia sexualidad y de su propia vida. Pero los irlandeses, a la par de apasionados, son también enormemente divertidos. Así pues, es lógico que una historia de irlandeses apasionados, si se les quiere hacer justicia, tenga que ser también por fuerza divertida.