Vistas al lazareto: en esta frase podría cifrarse la relación de la literatura con la diferencia que supone la discapacidad. Una mirada distante, indiscreta, hiriente, tan ávida como incómoda, que escruta el interior del lazareto —el espacio metafórico donde se ha encerrado la anomalía humana que para el canon director incorpora la dilatada nómina de quienes portan diferencias en el cuerpo o en el alma— y de la que se levantan minuciosos testimonios de parte que nutren, por vía de rechazo, el patrón de normalidad. Lo anómalo confirma el canon humano, la medida de todas las cosas, que solo puede imponerse siempre que se reconozca y se recree en la diferencia. La discapacidad no como espejo en que nos miramos para distinguirnos, sino como espejo invertido que no solo se limita a devolvernos nuestra imagen, sino que, en su especular juego, la crea. En La pierna perdida del capitán Ahab (Antología de relatos de la diferencia), se reúnen más de veinte narraciones de autores de los últimos siglos que posaron su mirada sobre la discapacidad, un factor y un límite de la experiencia que constituye tanto como impugna nuestra identidad. Un puñado de tarjetas de visita de un mundo raro que es y no es el nuestro.