Aunque nuestro día a día parece estar lleno de certezas, como piedras inalterables, al dejar que sea el cuerpo el que recibe el choque frontal de la exposición a la vida, descubre la inconsistencia de esta. La poeta necesita contemplar, desde la quietud, cómo se explica el dolor, la ausencia, la tenacidad, el deseo… Aprehender lo inevitable humano.