A través de una andadura verbal (que discurre entre la prosa breve, el fragmento o la cita) por la experiencia del aura, la sacralidad que impregna las cosas (sacras), los rastros de una belleza antigua, las palabras de compañía, la memoria sobre la bondad, o la gracia y la herida en el existir de determinados seres, para terminar en el territorio acogedor de la casa sosegada, el autor trata aquí de plasmar esa belleza de la huella, de tantas huellas con las que se ha ido encontrando en su existir. Y es una plasmación verbal atravesada por el temblor, un temblor que quisiera ser un modo de fraternidad.