Casa de cambio, antología de la poesía de Martín Barea Mattos, pone el dedo en la llaga en ese leitmotiv que se convierte casi en una cantinela u obsesión que recorre todo su imaginario, pero se hace más explícita a partir de su libro Made in China (2016). La censura de este planeta mercadotécnico y sus nuevas formas de opresión no puede ser más aguda y certera, con esa chispa de ingenio que siempre acompaña su discurso poético/político a través del juego paronomásico con lo visual: «un poema repetido mil veces es un trabajo». Lo lúdico puede sacudirnos e interpelarnos incluso sobre las realidades más graves y siniestras. En el imaginario se subraya que la dictadura de los mercados y la sociedad de consumo ocupan el lugar del mecenazgo. Su humor es un humor que, como quería Calvino, utiliza una ligereza nunca banal o trivial, siempre aguda, afilada. El cinismo empapa la crítica a la precariedad del artista picapedrero. Barea Mattos, a partir de la economía del lenguaje que parece tomada del grupo OULIPO para ser renovada —Raymond Queneau, Georges Perec—, juega con lxs lectorxs hasta conseguir una proyección política, más allá del juego y de lo hermético o críptico, más allá, también, de la experimentación formal y caligramática. Como Barea Mattos, como Bolaño, yo: «me quedo con la poesía / engendro que nace muerto pero está viva» porque si la poesía no es esa combinación genial de «sangre, sudor, semen y lágrimas» más allá de la compra-venta, de la receta farmacológica de bienestar, placer y salud negociadxs, ¿qué cosa es María José Bruña Bragado