Espacios del cosmos donde se deposita la luz. Así también podría haberse titulado este libro. Porque lo bienaventurado es también lo iluminado por la lumbre simple del pleno existir. «Lo afortunado» lo llama el diccionario. Porque sin conciencia de su fortuna, hay multitud de seres, de espacios, de encuentros que están llenos de fragilidad, de dolor y de belleza y, por ello, llevan en sí la bendición. Es obligación del escritor alzar en alto las palabras que los señalan, para que no todo en el mundo sea noticia del poder del metal y de la brea. La belleza de lo bienaventurado parte de la certeza de que el mundo está lleno de seres y de momentos tocados por la herida y la bondad, por la verdad y la belleza. Cada capítulo parte de un verso en el que se recoge una «bienaventuranza» inesperada, llevada a cabo, y proclamada, por algún escritor. No se busca su análisis, sino dar un paso más, avanzar sobre las huellas que han dejado otros para seguir el camino de sus flechas. Los vestigios de la palabra bienhechora. Espacios, sucesos o personas se agrupan en este libro representando a los millones de momentos, hechos o individuos que hacen cada día que la vida merezca ser vivida esperanzadamente.