El recorrido que se inicia con la crisis financiera de 1890-91 y se clausura en la inminencia de la eclosión vanguardista en Argentina y Brasil registra una serie de inflexiones significativas. Algunas de ellas se inscriben decididamente en el orden latinoamericano, revelando que la mirada a Europa que prevalecía durante el siglo XIX ya no es una opción excluyente, ni siquiera dominante. En ese aspecto conviene destacar la Reforma Universitaria surgida en Córdoba en 1918 -con los desniveles que registra en ambos países- y los preliminares de la renovación estética en los que se enrolan tanto figuras académicas como anarquistas. La conciencia latinoamericana reflota la vieja dicotomía sarmientina de civilización y barbarie, reeditándola en el episodio represivo plasmado en Os Sertões o en la indagación sobre la clase obrera, que representan dos actitudes estatales frente a situaciones conflictivas en el cambio de siglo. La versión celebratoria que ambas repúblicas promueven para enmascarar ese contrafrente que estiman amenazante son la comedia burguesa, la fascinación cinematográfica y la vertiente más ambigua representada por un regionalismo que practica el humor incisivo para matizar la denuncia política. Lo que se perfila en el período es una presencia arrolladora de la ciudad que, en su afán de modernización, estigmatiza al marginal y lo empuja hacia la monstruosidad. Así lo revelan novelas y crónicas que dan cuenta de Buenos Aires y Río de Janeiro en tanto capitales a las cuales la narrativa sentimental -por una parte- y la derecha católica -por otra- procuran recuperar para la moralidad desde sus apelaciones compensatorias y sus énfasis dogmáticos.