Se intenta aquí desarrollar ideas que faciliten la comprensión de la contemporaneidad del historicismo arquitectónico con su tiempo. Lo que no apunta a una justificación, a un elogio o a una disculpa. Sólo se busca comprender un acto aparentemente desatinado. A pesar de sus ganas de revivir el pasado, el juramento de los Horacios seguirá siendo una pintura de fines del siglo XVIII y la iglesia de La Madelaine, un templo típico de principios del 1900. Ninguno de los dos será romano o griego según las preferencias de sus autores. Este ensayo intenta, no sin temeridad, arrimar respuestas al problema de esa contradicción.