Lo que impide todo progreso hoy en día es el sutil escepticismo que susurra en un millón de oídos que las cosas no son lo suficientemente buenas como para que valga la pena mejorarlas. Si el mundo es bueno somos revolucionarios, si el mundo es maligno somos conservadores. Estos ensayos, por inútiles que sean como literatura seria, son éticamente sinceros, porque buscan recordar a los hombres que las cosas deben amarse primero y mejorarse después.