"Tengo diez años". Contrariando la vulgata progre de recordar para no repetir, La máquina de proyectar sueños hace lo que no hay que hacer: recuerda en presente -para desgracia de su narradora-, condenada a revivirlo todo con la nitidez de una alucinación, y para nuestro deleite de lectores, testigos en vivo del slideshow de una vida de niña lunar, lunática, que empieza en el terror de la noche y termina -o vuelve a empezar- en la literatura. Alan Pauls