Este libro es una aproximación a un aspecto poco visible del actual auge de la novela negro-criminal: la presencia abundante y decisiva de la autoría femenina. A través de sus doce capítulos, que componen un mosaico vibrante y variado de la presencia, nada anecdótica, de las autoras en el género criminal, se traza un mapa de las escritoras que, desde Lourdes Ortiz en 1979, han demostrado que la narrativa criminal, más allá de ser un reflejo de los cambios sociales en general, puede plasmar también la evolución de los estereotipos de género y de las relaciones simbólicas entre la mujer y el poder o entre la mujer y el mal. Las escritoras crean nuevas figuras de poder -inspectoras, comisarías, juezas-, describen la pluralidad de la víctima femenina y se atreven a representar la violencia y el mal más allá de las formas patriarcales y estereotípicas de la «mala mujer».