A finales del siglo pasado, tras dos décadas de globalización neoliberal, criminólogos, sociólogos y penalistas comenzaron a darse cuenta de un fenómeno extraño: los delitos disminuían y, sin embargo, la población reclusa aumentaba. ¿Por qué? La razón es que las políticas basadas en la seguridad, el populismo penal, eran menos costosas que las políticas sociales y obtenían mayor beneficio electoral. Después vino el 11-S, la seguridad se convirtió en el primer si no en el único roblema de los gobiernos occidentales, y el populismo penal se transformó en populismo político. Este libro muestra cómo las políticas de la seguridad generan siempre mayor inseguridad y cómo la «guerra contra el terror» ha producido muchos más muertos y devastaciones que el mismo terrorismo que pretendía combatir.