En él, el fenomenólogo de la percepción interroga a la vez la visión y la pintura, buscando nombrar lo que constituye el milagro del cuerpo humano, su animación inexplicable, tan pronto como se entabla su mudo diálogo con los otros, con el mundo y consigo mismo. La filosofía que este pequeño ensayo hace visible es, en palabras de su autor, «la misma que anima al pintor [...] en el instante en que su visión se hace gesto, cuando, como dirá Cézanne, el pintor `piensa en pintura». Como bien señala Claude Lefort: «La meditación sobre la pintura da a su autor el recurso de una palabra nueva, muy próxima a la palabra literaria e incluso poética, una palabra que argumenta, ciertamente, pero que logra sustraerse a todos los ar