Todas las personas necesitan y merecen alojamiento. Pero hoy nuestros hogares se están transformando en mercancías, haciendo que las desigualdades de la ciudad sean cada vez más agudas. El beneficio se ha vuelto más importante que la necesidad social. Los pobres se ven obligados a pagar más por una peor vivienda. Las comunidades se enfrentan a la violencia del desplazamiento y la gentrificación. Y los beneficios de una vivienda digna solo están disponibles para aquellos que pueden pagarla. La crisis de la vivienda no puede ser resuelta con cambios de política menores, argumentan. Más bien, la crisis de la vivienda tiene profundas raíces políticas y económicas y, por lo tanto, requiere una respuesta radical.