En un centro de jubilados ayer vi dos abuelitos agarrados de la mano. Se miraban. Pensé en el valor de una moneda de dos euros y después en dos monedas de un euro, separadas. Comprendí la soledad de los conjuntos disjuntos. La infinita lejanía de dos puntos contiguos en la recta. También el sentido y la alegría de la suma.