Touré toca fondo, nada le motiva para seguir vivo. El dolor le ciega y su deseo de venganza le arrastra a cometer acciones por las que acabará siendo deportado. Lo que él no se imagina es el destino que le espera en su África originaria. Allí se reencontrará a sí mismo en una cultura y una sociedad en las que aún se reconoce, a pesar de que ya no es el mismo hombre que un día salió en busca de un futuro mejor. La hospitalidad africana se encarna en personajes como Alou, Aisha o Yakouba. Ellos acompañarán al burkinés en esta nueva etapa en la que el leitmotiv seguirá siendo el instinto de supervivencia, especialmente ante la gran amenaza que se cierne sobre el protagonista, quien se verá obligado a emprender una huída frenética. El periplo obligado de Touré es la coartada perfecta para que Jon Arretxe nos hable de esa tierra que admira, África. El detalle con que cuenta el día a día de sus habitantes, de sus tradiciones, nos hace sentirla, olerla, amarla.