La sinodalidad, vivida con una profunda actitud de escucha al Espíritu y de discernimiento comunitario, es verdaderamente un camino de conversión personal y comunitaria. Esto significa crear condiciones de posibilidad para que todos y todas podamos caminar juntos como Pueblo de Dios, y discernir creativamente formas, dinámicas comunicativas, estructuras y procesos que permitan la interacción y vinculación de todos los sujetos que conforman el Nosotros eclesial. Este camino es una oportunidad para reconocer e integrar lo que aportan las reflexiones, palabras, experiencias y acciones de las mujeres para la comprensión y el desarrollo de una iglesia sinodal. Un grupo de teólogas nos hemos puesto a repensar algunas categorías fundamentales que pueden dar luz en este proceso en el que como Iglesia estamos embarcados: comunión, inclusión, intersubjetividad, cuidado, masculinidad, ciudadanía, ministerialidad, discernimiento en común y misión. Son diferentes ventanas a la sinodalidad: las dos primeras más propiamente teológicas, las tres siguientes son antropológicas, y las cuatro finales, eclesiológicas.